Catalina de Siena

Santa Catalina de Siena

En estos tiempos difíciles, que estamos viviendo, Catalina de Siena, nuestra patrona, es un ejemplo de la actitud que debe acompañar a todo cristiano laico, un no desentenderse de las cuestiones del mundo. En Catalina la vida de fe y la vida política, entendida como preocupación por el mundo, iban de la mano. Ella nos recuerda que estamos llamados a participar en la sociedad para que se desarrolle de manera que sea siempre un lugar donde todos los seres humanos encuentren apoyo, solidaridad, cercanía. A continuación un resumen de la breve vida de Catalina. Que sepamos seguir sus huellas y su ejemplo.

Catalina nació en Siena el 25 de marzo de 1347 (Día de la Encarnación) , del tintorero Jacobo Benincasa y de Lapa de Puccio dei Piacenti. Es la número 24 de 25 hermanos y es gemela. 
   A la edad de seis años (1353) ella tiene la primera visión (en la calle del Costone) de Cristo Pontífice, acompañado por los apóstoles Pedro y Pablo y del evangelista Juan; es una experiencia fundamental para toda su vida: en efecto ella intuye que debe dirigir el corazón y la razón a Dios haciendo siempre Su voluntad. A la edad de siete años ella hace votos de virginidad perpetua; pero la familia se opone a su vocación y querría casarla. Le impiden tener su cuarto y la obligan a servir en casa. Un día el padre la sorprende en plegaria con una paloma que vuela sobre su cabeza. … decide entonces dejar libre a la joven para que elija su propio camino. 
   Después de años de plegarias y penitencias, Catalina recibe (1363) el hábito dominicano de la Tercera Orden (Mantellate, laicas). En su cuartito, desnudo y humilde, conduce durante algunos años vida de penitencia. A los veinte años (1367) aprende a leer, recibe el anillo de las bodas místicas con Jesús, dicta las primeras cartas, e inicia su actividad caritativa: pobres, enfermos, encarcelados, y es a menudo, pagada con ingratitudes y calumnias. En el 1368 muere el padre. En el 1370 sobreviene el cambio de los corazones entre Catalina y Jesús. En el 1371 se agregan a Catalina los primeros discípulos, llamados burlonamente «i caterinati». En el 1373 Catalina comienza a enviar cartas a personalidades de relieve en el mundo político. En mayo del 1374 es en Florencia, donde adquiere nuevos amigos y discípulos. En este mismo período le es dado como director espiritual el fraile Ramón de Capua (su biógrafo póstumo). En el verano se prodiga en Siena para asistir a los apestados. En el otoño está en Montepulciano. En el 1375 viaja a Pisa y Lucca, para disuadir a los jefes de las dos ciudades que no adhieran a la liga antipapal. El 1º de abril (en S.Cristina de Pisa) recibe los estigmas (invisibles). Se coloca en este año la excepcional vicisitud de Nicolás de Toldo, asistido por Catalina que sube con él al cadalso hasta su ejecución capital. En el 1376, en mayo, ella parte para Avignon, llegando el 18 de junio; el 20 encuentra Gregorio XI, el cual se decide a partir para Italia el 13 de septiembre, pasando por Génova, donde Catalina lo convence de nuevo para proseguir el viaje hacia Roma (donde llega el 17.1.1377). 
   Regresando a Siena, Catalina funda el monasterio de Sta. MarÌa de los ¡ngeles, en el castillo de Belcaro. En el verano se traslada a Val díOrcia para apaciguar dos ramas rivales de los Salimbeni y allÌ recibe aquella extraordinaria iluminación sobre la Verdad que está a la base del Diálogo; aprende tambien a escribir. 
   En el 1378, sobre encargo del Papa, ella v· a Florencia para tratar la paz (obtenida el 18 de Julio). Entretanto Gregorio XI muere (27 de marzo) y le sucede Urbano VI (8 de abril), hostilizado por el colegio de los cardenales que (20 de septiembre) eligen Clemente VII (Roberto de Ginevra): es el inicio del Cisma de Occidente. Catalina, llamada a Roma por Urbano VI (28 de noviembre), en el concistorio alienta fervorosamente al Pontífice y a los cardenales que permanecieron fieles. En el 1379 es intensa su actividad epistolar para demostrar a prÌncipes, hombres polÌticos y eclesi·sticos, la legitimitad de la elección de Urbano VI. Catalina se consuma en el dolor por la Iglesia dividida: se encuentra un eco de esto en las Oraciones que los discípulos bebieron de sus labios. La rebelión de los romanos (1380) contra Urbano VI es para Catalina nuevo motivo de sufrimiento. Casi al extremo de sus fuerzas logra todavía, bajo el ímpetu de su voluntad, ir cada mañana a S.Pedro y transcurrir allí el día entero en oración. Pero desde la mitad de febrero permanece inmovilizada en el lecho. Muere el 29 de abril 1380 alrededor del mediodía (un mes antes había cumplido 33 años). Es sepultada en Sta. María sobre Minerva (Roma). Sucesivamente Ramón de Capua satisface el deseo desees conciudadanos llevando a Siena la cabeza de la Santa, que hasta hoy se encuentra en la Basílica de Santo Domingo. El cuerpo, desde el 1855, se encuentra debajo del altar mayor de la Basílica Santa María sobre Minerva. 
   En el 1461 (29 de junio) Pío II (Enea Silvio Piccolomini, conciudadano y ya obispo de Siena) proclama a Catalina santa (fiesta: primer domingo de mayo; sucesivamente 30 de abril, y hoy el 29 de abril, dÌa del tránsito). En el 1866 (8 de marzo) Pio IX proclama Catalina copatrona de Roma. En el 1939 (18 de junio) Catalina de Siena y S.Francisco de Asís son proclamados por Pío XII patronos de Italia. En el 1970 (4 de octubre) Pablo VI reconoce a Catalina el título de Doctora de la Iglesia Universal. El 1de octubre de 1999 Juan Pablo II proclama Catalina copatrona de Europa. 

Tomado de la página web: http://www.caterinati.org